“Nuestra gratitud a los marineros por salvar las vidas de miles de emigrantes”. Mensaje para el Domingo del Mar
El próximo domingo 12 de julio, se celebrará “el Domingo del Mar”, celebración que la Iglesia organiza desde 1975 para recordar a los marineros y rezar por ellos, por sus familias y por cuantos se dedican a este servicio. El Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes expresa un mensaje de gratitud al personal marítimo por su especial abnegación en socorrer a las personas en fuga a lo largo del Mar Mediterráneo.
En este sentido, el Dicasterio Vaticano desea que las comunidades cristianas y la sociedad en general, reconozcan sobre todo a la gente del mar como seres humanos que contribuyen al desarrollo de la sociedad, a quienes agradecen por su trabajo y sacrificio.
Este reconocimiento también tiene una importancia ecuménica, porque en muchos puertos las celebraciones y las diferentes actividades de sensibilización sobre la situación humano-laboral de los marineros se realiza juntamente con otros grupos cristianos, dando testimonio de unidad, de comprensión y colaboración en tutelar los derechos de estas personas.
Texto completo del Mensaje
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
Mensaje para el Domingo del Mar.
Para transportar mercancías y productos por todo el mundo, la economía global se confía en gran medida en la industria marítima, apoyada por una fuerza de trabajo de alrededor de 1,2 millones de marineros que, en los mares y en los océanos, gobiernan las naves de todo tipos y dimensión y, a menudo, se enfrentan a las poderosas fuerzas de la naturaleza.
Por el hecho de que los puertos se han construido lejos de las ciudades y por la rapidez de la carga y descarga de las mercancías, las tripulaciones de estos barcos son personas “invisibles”. Como individuos no reconocemos la importancia y los beneficios que la profesión marítima ofrece a nuestras vidas, pero somos conscientes de su trabajo y de sus sacrificios sólo cuando ocurre alguna tragedia.
A pesar del desarrollo tecnológico que hace más cómoda la vida a bordo y facilita la comunicación con los seres queridos, los marineros se ven obligados a pasar largos meses en un espacio cerrado, lejos de sus familias. Normas restrictivas e injustas a menudo les impiden bajar a tierra cuando están en puerto y la continua amenaza de la piratería en numerosas rutas marítimas añade estrés durante la navegación. Estamos convencidos de que la ratificación y entrada en vigor de la Convención sobre el trabajo marítimo (2006) en un número creciente de países, acompañadas por controles eficaces por parte de cada gobierno, se traducirá en una mejora tangible de las condiciones laborales a bordo de todas las naves.
La situación actual de guerra, violencia e inestabilidad política en diversos países ha creado un nuevo fenómeno que está afectando al sector de los transportes marítimos. Desde el año pasado, junto con las Guardias costeras y las fuerzas navales de Italia, Malta y la Unión Europea, los buques mercantes que transitan por el mar Mediterráneo participan activamente en lo que se ha convertido en un rescate cotidiano de miles y miles de emigrantes, que buscan alcanzar sobre todo las costas italianas en todo tipo de embarcaciones abarrotadas e inapropiadas para la navegación.
Desde tiempo inmemorial los marineros cumplen con la obligación de prestar asistencia a las personas en peligro en el mar, en cualquier condición. Sin embargo, como se ha señalado por otras organizaciones marítimas, para los buques mercantes rescatar emigrantes en el mar representa un riesgo para la salud, el bienestar y la seguridad de sus tripulaciones. Los buques comerciales están diseñados para el transporte de mercancías (contenedores, petróleo, gas, etc.), mientras que los servicios de a bordo (alojamiento, cocina, baños, etc.) están construidos de acuerdo con el número limitado de miembros de la tripulación. Por lo tanto, estas naves no están equipadas para prestar asistencia a un gran número de emigrantes.
Los marineros están profesionalmente cualificados para su trabajo y están capacitados para gestionar algunas situaciones de emergencia, pero el rescate de cientos de hombres, mujeres y niños que intentan frenéticamente subir a bordo para estar seguros, es algo para lo que ningún curso de formación de la escuela marítima los ha preparado. Por otra parte, el esfuerzo realizado para salvar a tantas personas como sea posible y, a veces, la visión de cuerpos sin vida flotando en el mar, representan una experiencia traumática que deja a los miembros de la tripulación exhaustos y psicológicamente estresados, hasta el punto de necesitar un apoyo psicológico y espiritual específica.
En el Domingo del Mar, como Iglesia católica, queremos expresar nuestra gratitud a los marineros en general, por su fundamental contribución al comercio internacional. Este año en particular, queremos reconocer el gran esfuerzo humanitario realizado por las tripulaciones de los buques mercantes que, sin dudarlo, y a veces con riesgo para sus vidas, se han implicado en numerosas operaciones de rescate, salvando las vidas de miles de emigrantes.
Nuestro reconocimiento también se dirige a todos los capellanes y voluntarios del Apostolado del Mar por su compromiso cotidiano al servicio de la gente del mar; su presencia en los puertos es signo de la Iglesia en medio de ellos y muestra el rostro compasivo y misericordioso de Cristo.
En conclusión, al tiempo que hacemos un llamamiento a los gobiernos europeos y a los de proveniencia de los flujos migratorios, así como a las organizaciones internacionales para que colaboren en la búsqueda de una solución política duradera y definitiva, que ponga fin a la inestabilidad existente en aquellos países, también solicitamos que se comprometan más recursos no sólo para misiones de búsqueda y rescate, sino también para prevenir la trata y la explotación de personas que huyen de condiciones de conflicto y pobreza.