Cuatro años más. Otra legislatura. Y la integración del puerto de Cádiz en la ciudad sigue encallada en un debate que arrastra más de veinte años de reflexión en los programas electorales de los partidos y en los foros gaditanos. En una ciudad tan marítima y tan paradójicamente de espaldas al mar en casi todos sus frentes, parece que algo se ha movido en estos últimos años, con las obras de la futura terminal de contenedores y un proceso de negociación abierto entre Autoridad Portuaria (APBC), Ayuntamiento de Cádiz y Junta de Andalucía. Pero la realidad, la del varapalo de Bruselas que en marzo frenó este proyecto por no considerarlo viable económicamente, sólo permite que Cádiz mire su puerto de reojo.
La soñada reconversión del Muelle Ciudad en un espacio dedicado al ocio, al turismo, al comercio, la náutica y conectado físicamente a la ciudad con el derribo de una verja con más de medio siglo de historia, va de la mano del actual muelle de contenedores del Reina Sofía. Sin lo segundo, sin el desvío del tráfico comercial a otros lugares que permita liberar estos terrenos, no se concibe el primero. Por eso habrá que esperar como mínimo hasta final de año, a Europa, crucial en toda esta historia, pues de ello depende la reactivación de un proyecto, o de un puerto, que podría caer en la quiebra. De salir todo bien, la disposición de este espacio debe estar para 2018.
En la actualidad están diseñando el Plan Estratégico y de Comercialización para la planificación comercial de la futura terminal de contenedores, que algunos consideran tardío. Entre sus objetivos se encuentra alejar la ruidosa y sucia carga del centro de la ciudad, y así liberar los 90.000 metros cuadrados de terreno denominados en el PGOU como suelos de oportunidad, así como la especialización definitiva por dársenas. En total, está previsto incorporar al uso ciudadano unos 250 mil metros. Desde la APBC, que no adelantan nada nuevo, aseguran que “se está trabajando a nivel técnico entre el puerto y el Ayuntamiento de Cádiz para determinar el modelo de desarrollo. No queremos hacer nada que la ciudad no quiera y tampoco queremos hacer nada que no sea productivo. Es decir, no será un paseo o algo que no genere beneficios ni al puerto ni a la ciudad”.
Esta filosofía aperturista viene de la mano de su actual gestor, José Luis Blanco. Bajo su presidencia se han afrontado algunos pasos en el ansiado maridaje entre Cádiz y su Muelle Ciudad, que sólo abre sus rejas de cara a grandes eventos como regatas o conciertos puntuales. El primero, todavía en el aire aunque determinante, es el próximo retranqueo de la valla para que los ciudadanos puedan pasear. Más tangible es la apertura de la nueva terminal de cruceristas a los viajeros en pleno muelle, haciéndose un camino en la configuración arquitectónica y urbana del puerto. El edificio acristalado y permeable en cuanto a la visión del mar marca la distancia de seguridad que dice la normativa en la que se levantará la futura valla acristalada o retráctil que está previsto elevar a lo ancho de esta zona del puerto, a ambos lados del nuevo edificio que también gestiona Cádiz Cruise Terminal. Un hecho que remarca el impulso que sí que se le ha otorgado al puerto como muelle de cruceros turísticos.
La nueva terminal denominada satélite se suma a otra principal ubicada en el muelle Alfonso XIII, y a la otra terminal de cruceros en la ampliación de Marqués de Comillas, para el tráfico con Canarias, así como a la de usuarios del Catamarán de El Puerto, junto a la entrada de Plaza Sevilla.
Otro pasito en la conquista de esta permeabilidad ciudad-puerto llega con la concesión por parte de APBC de la segunda planta del edificio de la Estación Marítima para uso hostelero, concretamente para un restaurante. Junto a la terminal del catamarán también abrió una cervecería. Y el último gesto en este apartado llega con el reciente anuncio de una operación en el denominado Almacén 1, también junto a la Estación Marítima. La APBC ha sacado a concurso su explotación como centro de actividades físicas y deportivas, que fija el 25 de mayo como plazo para presentar las ofertas. Pero tendrá que esperar a la última fase del proyecto.
Son las últimas puntadas de un patrón que no termina de diseñarse. Todos quieren la apertura. Todos se miran en la vecina Málaga, el esplendor de su puerto bien integrado, a rebosar de gente, de empresas y como foco de atracción de inversores, como el potente Pompidou. Málaga, Valencia, Alicante o Barcelona. Ciudades que han mirado de frente sus posibilidades, sus opciones de futuro, mientras Cádiz las sigue mirando tan solo de reojo.