En la era de la investigación, el desarrollo y la innovación, la mayor contribución de un español a la historia de la industria naval militar se prepara para recibir en septiembre un reconocimiento que lleva esperando más de un siglo.

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El Museo Naval de Cartagena restaura el célebre sumergible y construye una sala dedicada al inventor para conmemorar los 125 años de su botadura

HOY, 29 Jul. (Cartagena).- En el antiguo taller de calderería del Arsenal Militar de Cartagena, el submarino torpedero de propulsión eléctrica que inventó Isaac Peral y Caballero en 1885 está en manos de un equipo de restauradores del Instituto de Patrimonio Cultural de España que escrutan su panza antes de aplicar el tratamiento de choque que palie una enfermedad de olvido y desidia. «Lo tratan como lo que es: una impresionante pieza de la arqueología industrial», aclara el capitán de navío Pablo Zárate, comandante director del Museo Naval de Cartagena, que lidera este proyecto.

El buque, resguardado en el viejo almacén desde que en diciembre abandonó su último emplazamiento al aire libre en el puerto cartagenero, aún está en fase de diagnóstico. En su casco aparecen delimitadas con cinta adhesiva distintas secciones donde las catas son más exhaustivas. Ahí, los restauradores rascan con espátula las capas de pintura para que los más antiguos vestigios de corrosión den la cara antes de aplicar el tratamiento adecuado.

El submarino de Isaac Peral paga caro los treinta años que estuvo arrumbado en el arsenal gaditano de La Carraca después de que el proyecto fuera descartado por el Consejo de Ministros que presidía Cánovas del Castillo a finales de 1890. También la humedad excesiva que sufrió mientras adornó como monumento los jardines del cartagenero paseo del Muelle. Expertos de la Escuela de Ingeniería Naval de la Universidad Politécnica de Cartagena y del Centro Tecnológico Naval y del Mar han documentado hasta 21 capas de pintura recubriendo la nave. En algunas partes ya han desaparecido para dejar al descubierto el color plateado de la imprimación original que Peral dio al acero del casco. Los técnicos también estudian las más insignificantes marcas que detectan en la chapa y las cotejan en los planos originales conservados en el Museo Naval. Hay restos de soldaduras que revelan elementos originales desaparecidos. Por ejemplo, los candeleros que permitían a la dotación moverse sobre el casco cuando navegaba en superficie. También hay vestigios de barbaridades, como los dos cortes que a sopletazo limpio le dieron para separarlo en tres secciones cuando solo era considerado chatarra.

Sorpresas

El estudio del casco ha permitido descubrir algunas curiosidades, como un orificio que se corresponde con la evacuación de la letrina. O una inscripción con sus características técnicas que hace ochenta años alguien rotuló en el costado de estribor y que el subteniente Diego Quevedo, participante en las labores de recuperación, halló bajo una de las capas de pintura. Otra revelación reciente es que las cuatro hélices del barco son las originales. Lo constatan unas inscripciones que demuestran que fueron fundidas a finales del siglo XIX en Londres por el constructor naval John Isaac Thornycroft.

La prioridad ahora es devolver al buque su aspecto original libre de cualquier daño que lo ponga en peligro. Por ahora, su reconstrucción interior no es objetivo prioritario. Ésta sería una labor compleja, entre otras cosas porque la mayor parte de los equipos desapareció cuando fue desmontado en 1892 por una incomprensible orden ministerial que acabó para siempre con el sueño que Peral había construido durante siete años.

El proceso de restauración del submarino está lleno de sorpresas que los visitantes del Museo Naval de Cartagena podrán descubrir en poco más de tres meses. En el taller de calderería se trabaja a ritmo frenético para que todo esté terminado después del verano y conmemorar el próximo día 8 de septiembre el 125 aniversario de la botadura del primer submarino convencional que hubo en el mundo. Además del ingenio, el proyecto museográfico contempla exponer planos y fotografías históricas, así como el despacho del inventor, junto con su colección de condecoraciones, su sable y las charreteras que adornaban uno de sus uniformes de oficial de la Armada.

Pero antes de que llegue ese momento, los cartageneros podrán conocer todo este proceso de preparación en las visitas que el Museo Naval ha organizado. Cada martes y jueves, grupos de hasta quince personas con reserva previa ya pueden ver cómo trabajan los restauradores sobre el submarino y la transformación del taller de calderería en el museo que la figura de Isaac Peral y el Arma Submarina necesitan en la ciudad que mejor las conoce.

Implicación ciudadana

Cartagena no quiere que el homenaje a su inventor más ilustre pase desapercibido. La implicación ciudadana queda de relieve en el apoyo que está recibiendo este proyecto para ‘reflotar’ su submarino. «El 125 aniversario de la botadura es la ocasión perfecta para poner en su sitio, dar el mérito que le corresponde, a Isaac Peral. En Cartagena su memoria no se ha olvidado. Fuera sí. Ha llegado el momento de hacer justicia con él», dice el capitán de navío Zárate, quien adelanta que habrá un ciclo de conferencias sobre Peral y el 125 aniversario de la botadura de su submarino, así como un acto institucional.

EL SUBMARINO

Medidas: 22 metros de eslora, 2,87 m. de manga, 2,76 m. de puntal y 1,77 m. de calado.

Armamento: Un tubo lanzatorpedos de 360 mm. a proa y tres torpedos Schwarzkopf.

Propulsión: Dos motores eléctricos Inmish que rendían 30 CV de potencia. Una batería L’Electrique de acumuladores de 613 elementos de 220 V. Dos hélices Thornicroft.

Velocidad: En superficie, 8 nudos; en inmersión, 10 nudos.

Profundidad máxima: 80 metros.

Tripulación: 12.

En 1892, un ministro arrumbó al olvido el sueño que Peral había construido durante siete años.

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