Para ello se ha contado con los servicios de una de las firmas más contrastadas a nivel internacional, DCN Diving, que ha desplazado hasta la zona a su buque Swordfish y en él un grupo de unas 40 personas, entre las que destacan los buzos, que han sido los verdaderos protagonistas de la actuación por lo arriesgada de la misma.
A una profundidad de más de 65 metros, han tenido que realizar las labores de revisión, desmontaje y sustitución de las tuberías: dos llamadas risers, encargadas de conducir el petróleo hasta el fondo, y otras dos, conocidas como jumpers, que lo llevan hasta la propia refinería a través del gran conducto de 42 pulgadas de diámetro.
La complejidad de los trabajos reside en que han de hacerse en cámaras preparadas para que los buzos mantengan las presiones atmosféricas idóneas evitando que sus cuerpos se resientan y puedan, incluso, sufrir un fatal desenlace. Para ello, además de la de inmersión, el buque cuenta con un sistema compuesto por varias de estas cámaras que están conectadas entre sí y minuciosamente preparadas de tal modo que durante el tiempo que dura la operación puedan descansar de sus cuatro horas de trabajo diarias, alimentarse y hacer vida dentro de un espacio muy reducido, pero totalmente acondicionado para la ocasión. Cuando hayan acabado con su cometido, tendrán que afrontar un periodo de descomprensión de unas 65-70 horas para poder volver al aire libre sin riesgo alguno.
Esta compleja operación, que se ha prolongado durante más de siete meses, inciándose con la búsqueda del material idóneo para llevarla a cabo, ha supuesto una inversión superior a los tres millones de euros para la compañía afincada en el Campo de Gibraltar.
Fuente: El Estrecho Digital
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